Siempre que nos referimos al trabajo,
hablamos de una actividad o conjunto de actividades que producen. Que
producen riqueza, bienes o servicios, satisfacen necesidades humanas
o de la comunidad, etc. Más en concreto, el trabajo es definido como
<<Conjunto de actividades humanas,
remuneradas o no,...>>
(OIT);
<<medio por el que cualquier ser humano puede satisfacer sus necesidades>>
(ONU);
<<Esfuerzo humano aplicado a la
producción de riqueza...>>
(D.R.A.E.).
Podríamos
seguir acumulando definiciones que apartan del Trabajo a una parte
fundamental del mismo, pero ¿cómo es posible hablar de trabajo y no
mencionar el trabajo animal? La respuesta adolece de una simpleza
importante: porque son las personas las que hablan de trabajo. Hablan
de ello y lo ejercen. El trabajo es la forma de vida de la clase
mayoritaria. Para ello se sirven de materias primas y de una serie de
herramientas presentes en el proceso productivo, los medios de
producción.
El
conflicto surge cuando el modelo de producción, controlado por el
propietario de estos medios de producción, trata a los animales a su
antojo, ya sea como meros instrumentos
de cuya fuerza de trabajo se puede disponer hasta su extenuación, o
bien como una materia prima más. Otro elemento caído del cielo, sin
dueño aparente, con el único destino de servir a la siempre
racional subsistencia humana.
Una
vez leí que una de las luchas más difíciles era la animalista,
porque hay que dar voz a los que no tienen voz. Y yo, créanme, no he
venido a dar lecciones a nadie. Aún menos de temas que ignoro. Pero
me planteo si, ya que vivimos en un planeta depredado por la
irresponsabilidad de nuestra especie, al menos no deberíamos dar voz en nuestro
hegemónico mundo a quienes no la tienen; llamémoslo derecho de
defensa, si se quiere, aunque es un juicio que jamás se celebró. La
naturaleza animal fue condenada al trabajo forzoso y a la explotación
por consenso, por desconocimiento o por indiferencia.
Atípicamente
planteado desde la perspectiva del trabajo, pero sin embargo
imprescindible abrir un debate. No tiene solución fácil, y menos
aún si tenemos en cuenta la actual tesitura del trabajo, con no
pocos flancos abiertos: la enésima irrupción sin
miramientos de la tecnología en
las relaciones de trabajo, la paulatina desaparición del trabajo
manual, el estancamiento del reconocimiento del trabajo doméstico,
las mil barreras aún por destruir para la integración de personas
de diversas capacidades en el mundo laboral, etc. Pero puestos a
adecuar nuestra conciencia con los tiempos que corren y, con ella,
nuestro modelo productivo, ¿qué nos impide caminar hacia el respeto
de la vida animal?
¡Hasta
la próxima!
P.S.: Puedes seguirme en @CdelTrabajo